- descripció
- Si con el amor bastase...
Alguien ha escrito que El rey Lear es la versión no religiosa, es decir humana, de la suma del libro de las Lamentaciones de Jeremías y el libro de Job, que leemos en la Biblia. Cada vez que, como espectadores, acompañamos las desventuras del viejo rey, nos emocionamos y se nos encoge el corazón ante la miseria y la grandeza que pueden habitar al mismo tiempo en nuestras almas. Grandeza y miseria del arte, en este caso del teatro, que nos hace sensibles ante una representación e insensibles a las mismas escenas que la vida nos muestra diariamente tan de cerca que podemos sentir incluso su olor a marchito. Acostumbrados a vivir rodeados de tópicos y de lugares comunes que esconden las realidades más concretas y palpables de nuestra existencia, esta catedral del teatro y de la poesía nos coloca ante una verdad difícil de aceptar, pero tan cierta como terrible: el amor es un motor, tal vez el motor de nuestra vida, y sin él seríamos estériles, huérfanos. Es cierto. Pero el amor no hace desaparecer la crueldad ni la vileza ni la indiferencia, que también se encuentran en la raíz más profunda de nuestro espíritu, capaz de provocar el dolor más insoportable a cualquier semejante nuestro, incluso de los más cercanos, padres, hijos, hermanos...
Cuando un teatro decide afrontar el reto y la responsabilidad artística de montar El rey Lear es un teatro (artistas y espectadores) que ha llegado a su mayoría de edad y que ha perdido, aunque sea durante un breve periodo, el miedo a enfrentarse a su verdadera imagen, reflejada sin compasión por el mayor de los poetas dramáticos de todos los tiempos, aquel al que regresamos cada vez para ver y comprobar de qué materia estamos hechos los humanos.
Lluís Pasqual